miércoles, 15 de septiembre de 2010

ENSAYO. TEMA: APRENDIZAJE COLABORATIVO

ESBOZO SOBRE LAS BASES FILOSÓFICAS DEL APRENDIZAJE COLABORATIVO
Ensayo

Nidia Náñez Sánchez.

En el amplio mundo de la educación, o mejor, en el proceso de la enseñabilidad del conocimiento, son muchos los aspectos que debemos cuidar. Al aprendizaje colaborativo, planteado desde la óptica de Johnson y Johnson, (1995) subyacen conceptos mucho más complejos que la misma relación enseñanza-aprendizaje, que al tiempo se cristaliza en la esencia del concepto de persona. Permítanme, en este sentido, establecer una sutil pasarela entre el aprendizaje colaborativo y la filosofía, es decir, mirar el AC desde la óptica de la filosofía representada ésta en algunos conceptos –aunque muy pocos-. ¿Pero cuáles podrían ser algunos de esos conceptos? Veamos a continuación.

El Reconocimiento es uno de ellos. Este concepto se haya representado en la manera como le cedemos la palabra a nuestro interlocutor, en la manera como lo escuchamos y logramos hacernos escuchar; reconocer es ver en el otro un ser capaz de leer y comprender nuestras palabras a partir -en este caso- de nuestra percepción del conocimiento. En este sentido, el aprendizaje colaborativo solo es posible en la medida en que reconocemos nuestro yo en el yo del otro y le transmitimos la seguridad de que puede comprender aquello que queremos hacerle llegar, en otras palabras, hacer de la comunicación una apología al proceso de enseñanza aprendizaje.

Otro de los conceptos que subyacen al aprendizaje colaborativo es el respeto. Solo cuando asumimos que el otro tiene las mismas capacidades que nosotros podemos darle el uso de la palabra, escucharlo y corroborar o corregir las interpretaciones que este ha hecho del mundo cognoscente. Solo ante un facilitador, guía, orientador o maestro respetuoso del otro podría darse un aprendizaje en el que se requiere la cooperación.

En consecuencia, el aprendizaje colaborativo demanda, junto a los anteriores, de otro concepto: la alteridad. Esa capacidad de ser otro sin renunciar a lo que somos, que es la gran preocupación en muchos casos de la educación tradicional; perder ese espacio en el que somos el centro de atención y erróneamente fuente única de conocimiento. Es más, propender por una alteridad como una propuesta transformadora de la educación moderna que da apertura a un estado de conciencia pleno dentro de la diversidad a la que nos enfrentamos actualmente o, como lo dice Charles Heimberg (2.005) profesor del Instituto de formación de profesores de la enseñanza secundaria y Universidad de Ginebra, recurrir a la alteridad y el multiculturalismo en el seno de la historia enseñada y enseñable.

Por otra parte, en cuanto a las técnicas de aprendizaje en el aula de clase y tratando de articular estas pocas bases filosóficas a la praxis del aprendizaje colaborativo, considero que la riqueza de ellas estaría en saber identificar las técnicas adecuadas para los objetivos que nos proponemos y en relación con los estudiantes que tenemos. Así como no todas las personas son iguales, los grupos tampoco; no responden de la misma manera a las propuestas del orientador y del contexto. Un mapa conceptual o un juego de roles hace la diferencia cuando de aprendizajes se trata. Las expectativas de los grupos y sus dinámicas nos deben dirigir a la selección de las técnicas, hacer una buena lectura de las necesidades de cada grupo es también dar cuenta de la interiorización y posterior exteriorización de los conceptos que arriba mencione. La puesta de estos conceptos en el teatro de la vida es el mejor indicador de la integralidad de la práctica docente, integridad que a su vez debe ser un objetivo subyacente en el proceso de enseñanza y formación de los estudiantes.

En suma, el “deber ser” del docente, visto y vivido de manera seductora, ha de ser potenciar las capacidades, no solo, cognitivas sino personales de los estudiantes. Esto hará que el impacto de esta estrategia minimice las debilidades que genera y potencie sus fortalezas, inclusive los mismos aspectos identificados como débiles o negativos -que en este caso se reflejan en los estudiantes que “van en coche”- deben utilizarse para fomentar las demás estrategias pedagógicas propuestas. El aprendizaje colaborativo es complementario y sucedáneo a los procesos de enseñanza – aprendizaje, se constituye al tiempo en un fin pero también en una etapa del y para el proceso educativo y formativo del estudiante e igualmente para el aprendizaje del docente desde su campo de experiencia.

Es así, como puede concluirse de momento, que el aprendizaje colaborativo y por ende las técnicas pedagógicas, se afirman en la cristalización del sujeto en tanto persona, que como ser de acciones, emprende, aprende y comparte con otro cuya imagen es la imagen de sí. El aprendizaje colaborativo tiene tanto sentido para el estudiante como para su orientador, tal es el rol del docente actual.

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